MERCEDES

"Cuando era joven estuve en grupos de Juventud Agraria Católica y recuerdo que me encantaba estar en contacto con la gente. Un joven en el campo en aquella época -te estoy hablando de 55 años atrás- no tenía salida. Yo tengo 11 hermanos y me acuerdo que una vez al mes podíamos ir al cine en la ciudad. Mi padre nos llevaba e íbamos de a grupos de cinco porque eran los que cabían en el auto. Entonces iban cinco un mes, cinco el siguiente. Pasábamos soñando con esa película que íbamos a ver todo el mes. Era duro, pero era nuestra realidad."

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"En noviembre del año pasado cumplimos 50 años de casados con mi esposo. Siempre vivimos en el campo y yo colaboré con él en el trabajo del tambo y la viña. Tenemos seis hijos ya mayores y 21 nietos. Cuando mis hijos se casaron y se fueron, nos quedamos solos. Fue entonces que empecé a preguntarme '¿qué hago yo ahora?'. Acá en el Bañado de Conchillas nos reuníamos una vez al mes las mujeres que habíamos dejado de mandar los chiquilines a la escuela. Porque cuando los hijos están en edad de ir a la escuela, uno tiene una vida social alrededor de ellos: hay reuniones de padres y demás. Y una vez que se termina, te quedaste en tu casa. Entonces inventamos esto de reunirnos una vez por mes en distintas casas y cada una recibía un mes distinto. Seríamos 12 o 15 mujeres. Y ¿qué hacíamos? Tomábamos el té, charlábamos sobre los hijos y realizábamos actividades para ayudar a las personas que lo necesitaban. Con Raquel nos conocemos de toda la vida, inclusive desde antes de casarnos.

Hace unos años, cuando empezó a funcionar Montes del Plata trajeron al CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana) y empezamos a tener reuniones en las que nos enseñaban cómo presentarnos, cómo formar un grupo de trabajo, etc. Todo esto nos mostró un nuevo panorama y nos ayudó a formarnos. A mí me costaba mucho comprometerme a las actividades. Pero Raquel me decía 'dale, ¡vamos a meternos!'. Y bueno, así nos metimos en varios proyectos. Hicimos como cinco proyectos para baños públicos y ninguno fue aceptado. Y ahí unas chiquilinas del CLAEH nos dijeron '¿por qué no buscan por el lado de las tradiciones?' Enseguida surgió lo de las mesas de té. El té realmente es una tradición de Conchillas. Algunos dicen que no era para todo el mundo, que solo lo tomaban los patrones y los jefes. Pero los empleados se iban y también tomaban el té en su casa, así que la tradición fue quedando. ¡Hace como 70 años había gente de este barrio que viajaba a seis kilómetros hasta Conchillas en charretín una vez a la semana a tomar el té y a jugar al Rummy canasta!

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Sin dudas lo que más disfruto de organizar los concursos es el compañerismo que tenemos las tres. También me encanta que siempre estamos creando algo distinto: ¡a veces nos juntamos y pasamos tardes enteras ideando!

Yo pienso que uno tiene que tener una inquietud especial para entrar en una cosa de estas. En las pequeñas comunidades es importante despertar ese interés por crear algo nuevo y diferente. Tratar de no conformarse con lo que uno ya es y lo que uno tiene. Hay que darse cuenta que tenemos un montón de cosas para dar.

A nosotras, aunque tengamos 70 años, nos queda mucho por vivir y todavía nos sentimos jóvenes. Ya está lo que fue: la familia está muy bien pero cuando ya nadie depende de vos, no creo que haya que conformarse con el tejido o la telenovela. Lleva su tiempo darse estos espacios. Te lleva un tiempo reaccionar y decir 'no, basta, tengo que pensar en algo para mí, para seguir creciendo', porque nunca dejamos de crecer. Y si nos quedamos, es esperar la carroza.

En estos grupos salimos mucho porque tenemos mil cosas para hacer. Este año volví tarde a casa tantas veces que le planteé a mi esposo si le parecía que tenía que seguir o era momento de decir 'hasta acá llegué'. Y él me dijo que tenía que seguir. Yo encantada, por supuesto. Que te apoyen así te da el aval para seguir luchando. A veces él queda solo pero, por otro lado, cuando llego de estas salidas le cuento todo. Y si estuviéramos los dos solos sin ninguna actividad comentaríamos las noticias, nos amargaríamos por todo lo terrible que pasa en el mundo. No, ¡vamos a vivir la vida!"



Raquel

"Yo siempre viví en el campo. Me gusta mucho más la vida de campo, no fue algo que rechacé. Con mi esposo nos conocimos en una fiesta de la Juventud Agraria Católica. Cuando lo vi me encantó, pero no pensé que él podría gustar de mí..."

Cristina

"Yo vivo en Conchillas hace 50 años y hace tres años falleció mi esposo. Desde entonces me aboqué a todo esto. El dolor es tremendo, lo extraño muchísimo, pero trato de integrarme..."